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Channel: PROFESOR DANIEL ALBERTO CHIARENZA
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23 DE ENERO DE 1844: TESTAMENTO DE SAN MARTÍN LEGANDO SU SABLE A ROSAS.

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Testamento de San Martín, parte final

A lo largo de nuestra atribulada historia se han deslindado falsamente –por unos u otros los campos de intereses entre los “democráticos y civilizadores”, suponiéndose que eran quienes solo persuadían con ideas- respecto a los otros, “los violentos”, que convencían puñal en mano porque provenían del mundo bárbaro –según la categorización sarmientina- de los caudillos, es el caso que hoy se impone como tema, por ejemplo Rosas. Se procede de esta manera porque si se reconociera que hubo una gran violencia de ambos lados, en la casi totalidad de la historia nacional, la cuestión pasaría a residir en cuál es el contenido de esas violencias, pues en nada puede compararse la violencia de quien defiende la soberanía de su país, con la violencia de los que apoyan a los extranjeros que lo invaden.

Testamento de San Martín, primera página (donde figura el legado de su sable a Rosas).
En ese mismo sentido, ocultaron o disimularon la importancia de la batalla de la Vuelta de Obligado, donde la Confederación, conducida por Rosas, enfrentó a las escuadras de las naciones más poderosas del mundo (Inglaterra y Francia unidas). De la misma manera, se minimizó la gravedad del bloqueo del puerto de Buenos Aires por los franceses en franca complicidad con los opositores de Rosas. De idéntica manera –disimulando, siempre disimulando- se procedió cuando San Martín decidió en su testamento legar “el sable que me ha acompañado en toda la guerra de independencia de la América del Sud al General de la República Argentina Don Juan Manuel de Rosas, como una prueba de la satisfacción que como argentino he tenido al ver la firmeza con que ha sostenido el honor de la República contra las injustas pretensiones de los extranjeros que trataban de humillarla” [Testamento ológrafo de San Martín, 23/1/1844, Buenos Aires, Peuser]. Durante largo tiempo, los historiadores liberales se hicieron los distraídos sobre este testamento y luego pretendieron que era producto de la senilidad del Libertador. Bartolomé Mitre llega incluso a lamentar que San Martín no se hubiera muerto unos años antes de aquel día en que redactó su testamento: “No es posible salir inmaculado en la lucha de la vida, y es desgracia de los grandes hombres sobrevivir a su época, cuando no tienen una misión que llenar en la tierra, y cuando sin la noción de la vida contemporánea, su alma no se agita al soplo de las pasiones que la rodean” [Bartolomé Mitre: Historia de San Martín, Buenos Aires, Suelo Argentino, 1950, p. 591]. En otras palabras, San Martín ya estaba “al pedo” puesto aún en la vida.

Sable corvo de San Martín con el sombrero de granadero.
De todos modos, durante mucho tiempo se ignoró la correspondencia San Martín-Rosas y se dejó en el olvido aquella severa admonición del Libertador a quienes se unieron a los franceses para combatir a don Juan Manuel: “No puedo concebir que haya americanos que por indigno espíritu de partido se unan al extranjero para humillar a su Patria y reducirla a una condición peor que la que sufríamos en tiempo de la dominación española, una tal felonía ni el sepulcro la puede hacer desaparecer” [Carta de San Martín a Rosas, del 10/7/1839 en: San Martín. Su correspondencia. 1823-1850, pp.127 y 128].
La tergiversación histórica de Rosas –sin pretender beatificarlo- se completó “olvidando” también todos aquellos aspectos que obraban en su favor, como su honestidad en el manejo de los dineros públicos, su ingreso siendo muy rico a la política para morir empobrecido, su dignidad mantenida durante el exilio y, entre otros aspectos destacables, su crítica a la Guerra de la Triple Infamia contra el Paraguay.

El famoso sable corvo de San Martín, luego donado por Máximo Terrero y Manuelita Rosas al Museo Histórico Nacional que dirigía Adolfo Carranza y llega el 4 de marzo de 1897.
Con estas maniobras y falseamientos, Rosas quedó convertido en “el tirano sangriento”, figura sobre la cual cayeron los peores epítetos de la historia escolar que, curiosamente, en este caso, perdió su tan pregonado “equilibrio” para abominar del personaje y de todo su período de gobierno.

San Martín y Rosas, aunque no adhiera con fervor a esa línea histórica que continúa creando santos y diablos y hable poco de la interpretación nacional y popular o contrahistórica.
 
De esta manera quedó condenado en los libros de Mitre, López, Grosso y Levene y toda su pléyade de seguidores.




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