Un gesto clásico de la presidenta Cristina, pero esta vez realizado intencionalmente, para demostrar que no tiene ningún complejo en dejar ver las secuelas de su operación y que no se avendrá a "la plástica", tan preocupante para los ricos y famosos.
La presidenta Cristina Fernández de Kirchner recorrió una comunicación que fue desde la coloquial hasta la institucional, pasando por un repertorio de ironías y dardos. En tres cuartos de hora les facilitó a medios y periodistas una variedad de títulos alternativos de tapa. Los más salientes fueron el embate contra las petroleras, la ratificación de la postura sobre Malvinas, el nuevo índice de desempleo, los cuestionamientos a quienes se ensañaron con el “falso positivo”.
Las presiones de las petroleras internacionales y aún "nuestra" socia, Repsol, hacían ver lo que sucedería un par de meses después con la nacionalización (hoy, les decimos a los monopolios petroleros, cuando veas las barbas de tu vecino recortar, pon las tuyas a remojar).
Oradora habitual e infatigable, se salía de la vaina por volver al ruedo, por recobrar el centro de la escena y el uso de la palabra. No fue uno de sus discursos más organizados pero le sobró sustancia en el frente económico interno, en el orden internacional. Señaló por qué no disimulaba su cicatriz posoperatoria en público, la estética la puede pero más la puede la política.
Con cicatriz o sin ella ¡Es Hermosa y Super Inteligente!!!
Cristina manejó todas las medidas tomadas desde el 4 de enero, que tienen su sello. Ayer elogió lo obrado en su (relativa) ausencia respecto de las empresas petroleras. Fueron enérgicas y puntillosas las denuncias a las irregularidades de las empresas, a sus abusos, al perjuicio que causan al funcionamiento de la economía nacional. Resultó aún más drástica la mención al patrimonio público, a la existencia de concesiones (pasibles de revocación) y la comparación de un presunto expolio actual con el del oro o la plata siglos atrás. Los concesionarios, del otro lado del mostrador, deberán poner las barbas en remojo: las advertencias fueron de todo menos ambiguas o tibias y el apercibimiento severo.
Hasta las bocas de expendio deberían nacionalizarse, TODO DEBERÍA SER YPF. ¡Basta de felonías y traiciones en nuestras propias narices!!!
Existe una voluntad firme de pulsear con las petroleras. Evitar sus abusos (“avivadas”) será una prioridad. Es imaginable un reproche retroactivo al Gobierno: no haberse percatado antes o haberlo tolerado, por negligencia o por haber privilegiado otras variables. Lo cierto es que, ahora, el tópico se torna central: el Gobierno “cambió de pantalla”.
Explicando, siempre explicando, cómo hasta el 2003 fuimos expoliados con la complicidad de los gobiernos de turno.
Cristina refutó a sus críticos: la “sintonía fina” no es (ni será) ajuste, prometió. La entidad que dio la Presidenta a la puja y el peso de los antagonistas (grandes corporaciones multinacionales) auguran uno de los enfrentamientos centrales. Su resolución no ocurrirá en el plano retórico sino que se medirá en resultados. “La gente” no vota discursos sino, esencialmente, realizaciones.
Cristina y la famosa "sintonía fina".
Anticipó el índice de desempleo, los “chascarrillos” que glosaron los anuncios, sirvieron para un clásico K: la profusión de indicadores socio económicos.
La oradora es afecta a los guiños, a la esgrima, tanto como (desde hace algún tiempo) a los deslizamientos personales o emotivos. El tramo referido a Malvinas fue el más contenido del discurso, seguramente por su impacto y por la necesidad de mantener clara la estrategia. La Argentina quiere discutir el tema con la ley internacional en la mano, lejos de toda fantasía bélica y aún del exabrupto. Hay que reconocer que el primer ministro británico David Cameron es un instigador a la chicana fácil: que los ingleses denuncien colonialismo es como si Hitler denunciara antisemitismo. Cristina Kirchner subrayó el afán pacífico de Argentina, su pertinaz apego a la legislación y su peregrinar por los organismos internacionales.
Cristina, junto al canciller Timerman, en un foro internacional preocupados por la cuestión Malvinas.
En la referencia a la guerra de 1982, la descalificó como un manotazo de ahogado de la dictadura para disimular el terrorismo de Estado y su aciaga política económica.
Cristina descalificó a la política de la dictadura con respecto a Malvinas.
En promedio, el planteo presidencial es una política de Estado democrática, con instrumentos acordes y sin ninguna nostalgia ni indulto para la aventura bélica inducida por los genocidas.
Levantar el secreto oficial sobre el llamado “Informe Rattenbach” (el único anuncio estricto de ayer, aunque la mención a las concesiones es una señal de aquéllas) no develará una primicia. La base de su contenido se conoce y alimentó todos los cuestionamientos al accionar militar en las islas. Pero el informe jamás fue publicado oficialmente íntegro. La acción simbólica de revelarlo formará parte de los debates que acompañarán el trigésimo aniversario de esa guerra que jamás debió emprenderse.