Evita en el Teatro Colón. Función de Gala del 9 de julio de 1950. Rodean a la Sra. Eva Perón funcionarios y ministros del Poder Ejecutivo. El de la izquierda es Armando Méndez San Martín.
Gentileza de Carlos Vítola Palermo.
No siempre Perón o Evita acertaron en la elección de sus colaboradores. Y, a decir verdad, no todos fueron como Ramón Carrillo, Arturo Sampay, Domingo Mercante y muchos otros, diríamos la mayoría. Hay otros personajes -que a la luz de sus acciones-, fueron sencillamente nefastos, cuestión que se profundizó con la muerte de Evita que, al menos, tenía la virtud de controlarlos u oponerles una contrafigura que equilibrara su patético poder dentro de la estructura del Estado peronista. El primero que encabezaba la lista de los despreciables burócratas era Alberto Teisaire y así podríamos seguir con Apold, con el referido Méndez San Martín y –más modernamente- con el “Brujo” López Rega. No aceptar estos errores nos llevó al fracaso en 1955, es por eso que ahora desde el proyecto nacional y popular debemos sacar del baúl de la desmemoria a estos impresentables históricos y ser los primeros en denunciar su desafortunada y maliciosa influencia dentro del peronismo, que es la base del kirchnerismo.
Perón y Evita; Néstor y Cristina.
Por ejemplo –como dijimos-, en la administración de la Fundación de Ayuda Social Eva Perón se nombró director general de la entidad a Armando Méndez San Martín, quien era director de Asistencia Social en el área de la secretaría de Trabajo y Previsión y que luego será ministro de Educación de la Nación.
En la reestructuración ministerial de 1950, la propia Evita es la que logra su designación en la cartera educativa. Desde esta cartera se imprimirá un contenido adoctrinador a la enseñanza, en lugar de ser –como en los postulados del peronismo inicial-, concientizadora y liberadora. A los verdaderos docentes nos repugna el adoctrinamiento.
La Unión de Estudiantes Secundarios o Unión Estudiantil Secundaria (UES) fue una organización política de estudiantes secundarios creada en 1953, precisamente por Armando Méndez San Martín, el mismísimo ministro, lo que le otorga la facultad de dirigirla verticalmente en forma obsecuente. Aunque esta UES tuvo una infortunada fama que ni se aproxima a la que luego tendría, con la misma denominación, en los setenta.
Perón y Méndez San Martín con "las chicas de la UES".
En 1954, este nefasto ministro de Educación adujo ante el presidente Perón que la Acción Católica difundía falsas versiones sobre el comportamiento moral del primer mandatario, malquistando a éste con toda la institución religiosa.
Perón, muy molesto, retiró la personería jurídica a todas las asociaciones religiosas. Se declaró a la Acción Católica una " institución sospechosa de conspiración". Además denunció como enemigos del gobierno a los obispos de Córdoba, La Rioja y Santa Fe.
Las cosas iban bien: Peron y el cardenal Santiago Luis Copello.
Antes de fin de año, el gobierno suprimió la Dirección y la Inspección General de la Enseñanza Religiosa, prohibió las reuniones religiosas públicas, aprobando además la ley de divorcio y la apertura de prostíbulos.
Con respecto a la educación, entre otros tantos temas,
la jerarquía eclesiástica sigue viviendo en una nube de pedos medievales.
En una oportunidad Perón estaba en el palco, inaugurando el viaducto Sarandí, cuando empezó a escuchar algunos gritos:
-¡Su ministro de Marina es un traidor! ¡El almirante Olivieri está conspirando!
Giró la vista y pudo ver a un cabo de la Armada -Ernesto Adolfo Carenzio-, vestido con su chaquetilla de gala, que había logrado cortar la cadena de brazos y manos de la custodia presidencial y se le acercaba, vociferando:
-General... ¡La patria está en peligro! ¡La patria está en peligro!
Ernesto Adolfo Carenzio, cuando era cabo de la Marina, ya era peronista. Trató de alertar a Juan Perón en un acto público.
Tres días más tarde, el cabo Carenzio dio un paso aún más temerario: escribió una carta al presidente y se fue a Olivos a entregarla. Allí tropezó con el favorito de la época, el ministro de Educación Armando Méndez San Martín, a quien no quiso confiársela, porque lo consideraba "un traidor". El funcionario se enojó y le recordó que hablaba "con un ministro de la Nación", pero el suboficial se mantuvo en sus trece y recién se la soltó al mayordomo de la Residencia, Atilio Renzi. Este le prometió respuesta "para dentro de una semana"…
Evita en la Fundación, y -a su lado- con una sonrisa cínica:
Armando Méndez San Martín.