El poeta Homero Expósito, el más representativo
de los creadores de la década del cuarenta.
El poeta Homero Aldo Expósito, nació en Campana, provincia de Buenos Aires, el 5 de noviembre de 1918. A los tres días de nacer fue llevado Zárate, donde pasó su infancia. Siendo adolescente, cursó en el Colegio San José, de Buenos Aires; también fue cadete en el Liceo Militar y estudiante en la Facultad de Filosofía y Letras. Su temperamento bohemio no era compatible con las disciplinas universitarias. Cuando Héctor Stamponi le propuso acercarlo a los músicos reunidos en torno a Miguel Caló, lo hizo, juntamente con su hermano Virgilio, pianista y compositor.
Homero Expósito nació en Campana, pero a los pocos días fue llevado a Zárate, donde transcurrió toda su infancia.
Es el más representativo y de temática más variada entre los creadores surgidos en la década del cuarenta. Inclinado a la metáfora vanguardista desde los tiempos de su paso por las aulas universitarias, su primera letra fue la del tango No vendrás, con música de su hermano Virgilio, con quien habría de firmar algunos de sus mejores temas. En los primeros tiempos, sus trabajos recibieron más de un rechazo debido a que entonces la imagen metafórica del tipo de "luna, en sombra de tu piel / y de tu ausencia…” o “trenzas de color de mate amargo / que endulzaron mi letargo gris…” chocaban con el viejo estilo directo de los tangos tradicionales de los años veinte. Pero Expósito insistió en esa línea con otras metáforas de cuño estrictamente literario: “Tal vez / de tanto usar el gris / te ciegues con el sol…”(Quedémonos aquí) o “Tu forma de partir / nos dio la sensación / de un arco de violín / clavado en un gorrión…” (Óyeme) o “Era más blanca que el agua, / que el agua blanda…” (Naranjo en flor).
Otra de las características de la poesía de Expósito es el manejo de la rima interna para enfatizar la intención de la frase, como por ejemplo en Oro falso: “Mireya jamás fue rubia, / porque Mireya creció sin luna, / su juventud de risa sin hombre / llenó de tangos el barrio más pobre, / y era oscura cuando la noche / con sus locuras de fantoche / la llevó”, técnica sólo utilizada en igual sentido por Cátulo Castillo.
Fue cronista de la realidad suburbana en Farol: “Un arrabal con casas / que reflejan su dolor de lata. / Un arrabal humano / con leyendas que se cantan como tangos. / Y allá un reloj que lejos da / las dos de la mañana…” y del centro de la ciudad en Tristezas de la calle Corrientes: “Calle / como valle / de monedas para el pan… / Río sin desvío / donde sufre la ciudad… / ¡Qué triste palidez tienen tus luces! / ¡Tus letreros sueñan cruces! / ¡Tus afiches carcajadas de cartón!”.
Fue cronista de la realidad suburbana en Farol: “Un arrabal con casas / que reflejan su dolor de lata. / Un arrabal humano / con leyendas que se cantan como tangos. / Y allá un reloj que lejos da / las dos de la mañana…” y del centro de la ciudad en Tristezas de la calle Corrientes: “Calle / como valle / de monedas para el pan… / Río sin desvío / donde sufre la ciudad… / ¡Qué triste palidez tienen tus luces! / ¡Tus letreros sueñan cruces! / ¡Tus afiches carcajadas de cartón!”.
También tiene una forma de observar la realidad que con frecuencia lo emparenta con Enrique Santos Discépolo y una manera de acercamiento al abandono, alejada por completo de la imagen contursiana: Expósito aborda la tristeza la tristeza y el desgarramiento de la pérdida del amor y la separación de los amantes: “Era mi amor; pero un día / se fue de mis cosas y entró a ser recuerdo”. (¡Qué me van a hablar de amor!), o la apretada y sintética definición de la angustia de uno de los mejores poemas, Afiches: “Luego, la verdad, / que es restregarse con arena el paladar / y ahogarse sin poder gritar: / Yo te di un hogar… / ¡fue culpa del amor! / ¡Dan ganas de balearse en un rincón!”. Remate desde la sencillez, desde el dolor que hace pensar en otro final, pero de Discépolo: “Cachá el bufoso y chau, vamo a dormir” (Tres esperanzas).
Expósito colaboró con varios de los mejores compositores del cuarenta; así escribió: A bailar, Tristezas de la calle Corrientes, Yuyo verde, Yo soy el tango y Al compás del corazón, con Domingo Federico, Bien criolla y bien porteña, El milagro, Margó y Trenzas, con Armando Pontier, Ese muchacho Troilo y Óyeme, con Enrique Mario Francini, Todo, con Hugo Gutiérrez, Pigmalión y La misma pena, con Astor Piazzolla, Te llaman malevo, con Aníbal Troilo, ¡Qué me van a hablar de amor!, Quedémonos aquí, Público de provincia y Mi cantor, con Héctor Stamponi, Humano, con Eladia Blázquez, Cafetín y Esta noche estoy de tangos, con Argentino Galván y Afiches, con Atilio Stampone.
Murió en Buenos Aires.