
Consternación en el mundo político y cultural por la muerte, en el Instituto Fleming, de Elvio Vitali a los 53 años -luego de una larga convalecencia-. Librero apasionado y legislador porteño kirchnerista, presidente de la comisión de Comunicaciones.

Elvio nació en Villa Domínico el 26 de marzo de 1953. Su padre, Antonio, era un italiano de Recanatti, socialista, que se pasó ocho años contrariado en el ejército fascista hasta que cayó prisionero en un campo yanqui.

Vitali –el librero- fue un gran conocedor del tango, vivió siempre con el corazón mirando al sur, donde vivió toda su vida. Elvio consideraba que Buenos Aires tenía dos industrias culturales claves para exhibir al mundo: el tango y el libro, que debían consolidarse con la intervención del Estado.

Fue militante de la JUP en la Facultad de Derecho (UBA), compartiendo el ideal político de Montoneros, hasta que sobrevino el golpe del ´76.

En 1978 se exilió con la represión pisándole los talones. En México formó parte de la Comisión de Solidaridad, estudió Comunicación Social y empezó a interesarse por el mundo editorial y la gestión cultural: trabajó como distribuidor de Paidós, Nueva Visión y Anagrama.

En el exilio conservó a viejos compañeros de militancia, como Miguel Talento -en algún momento vicepresidente de la Legislatura- y su esposa, María del Carmen Bianchi –madre de su hijo Elvio-, actual presidenta de la Conabip.

En 1984, al volver, fundó la librería foro Gandhi sobre la avenida Corrientes casi Montevideo, junto con su esposa Elsa Amado –con quien tuvo dos hijos: Franco y Julia- y con Mauricio Achar (el “Negro” Tula), fallecido en 2005. Con los aires democráticos de los ´80, Gandhi fue centro del debate intelectual y cultural. Gandhi de Buenos Aires estuvo hermanada con Gandhi de México, fundada por Achar. En la crisis económica de fines de los ´90, Vitali vendió a Editorial Galerna, de Levin, la mayor parte de Gandhi.

Integraba la Corriente Popular Porteña y se había comprometido con el proyecto político de Néstor Kirchner desde el grupo Calafate.
Mientras Elvio seguía enamorándose perdidamente, conoció a Nicolás Casullo, Martín Zuleta y Martín Caparrós, con quienes trasmitieron fútbol en una radio “trucha”.

Comenzó en la función pública de la mano del expresidente Kirchner al frente de la Dirección de Acción Federal e Industrias Culturales, donde propuso uno de los proyectos más rechazados por el mercado editorial: el Instituto Nacional del Libro, resistido por las grandes compañías editoriales radicadas en el país. También generó, junto con Hugo Levin, expresidente de la Cámara Argentina del Libro, el proyecto de Polo Industrial del Libro.

Como director de la Biblioteca Nacional concretó el inventario de la Colección General de Libros de esa entidad que se convirtió en una iniciativa clave de su gestión, que duró dos años (hasta 2005). En este año encabezó la lista del Frente para la Victoria como candidato a la Legislatura de la CABA.

Presidió, hasta el 2005, la comisión organizadora de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires.
Vitali afirmaba: “Buena parte de la industria cultural del libro añora una época de oro, durante la cual la producción nacional se distinguía en calidad y cantidad, […] fue perdiéndose nuestro reconocimiento al oficio del editor […] A cambio de la figura del sabio editor, se desarrolló la del editor/gerente de grandes grupos que concentran sellos y tomadores de decisiones sobre la base de astucias marketineras, cuyos frutos reflejan esporádicos aciertos, pocas veces respaldados por un sistema de convicciones. [Sólo] rescatamos solitarios luchadores, defensores de proyectos que reflejan la esencia de nuestra identidad”; así recordó a Boris Spivacow, el mítico fundador del Centro Editor de América Latina (CEAL).

El Festival Internacional de Tango de Buenos Aires, que se convirtió en un hito destacado en el área cultural porteña, fue una idea de Vitali, que disfrutaba de la música ciudadana con su última pareja, la coreógrafa y profesora de tango Silvana Grill.

Vitali impulsó en la Legislatura porteña la aprobación de la normativa específica para la habilitación de milongas.

Luego de ser velados en la Biblioteca Nacional, sus restos fueron inhumados en el cementerio El Campanario Jardín de Paz, en el parque Pereyra Iraola, siempre al sur.