“Hasta el jueves, compañero”, lo despidieron las Madres en su periódico,
del cual Huasi también fue redactor cuando retornó del exilio madrileño.
En realidad Julio Ciesler, quien decidió adoptar el apellido Huasi (“casa” en quichua), poeta definido por su generación, la que comprendió el drama Latinoamericano y se comprometió desde la literatura para transformarlo. Decía que los argentinos “no tenemos patria sino matria”, porque “muchos –muchísimos hombres públicos- no pasaban la estatura al ras del tacón más quebrado de la dolorosa y hambrienta de las mujeres públicas”.
Julio nació en Buenos Aires, hijo de una familia humilde. Describe su infancia “en los conventillos, lady, se come recién / después de impredecibles entreveros, recuerdo que / comía sólo quien despertara primero, / por ello quizá éramos tan madrugadores”. Muy joven salió, poética y políticamente, a “tragibundear” los caminos de América. Vivió algunos años en Chile. “Yo era adolescente y estaba enamorado de Chile, de mari-rosa, de la poesía, el mundo, el vino, la libertad, las rojas banderas, los mares, lo misterioso y volcaba mi turbulento lirismo bailando hechizado la incendiada exaltación de mis dieciséis años y modelaba y luego lanzaba cálidas paloma junto a los muchachos del comité de la paz de la provincia de Santiago que me mostraban la magia de santa Lucía, me llamaban el che y me querían”.
A los 24 años publicó su primer libro “Sonata popular en Buenos Aires”. “El único juglar de verdad que he encontrado en mi camino”, dijo de él Nicolás Guillén, sin dejar de resaltar “Ya tiene bien ganado un hermoso futuro en el esplendente pero difícil rumbo que él mismo ha buscado: el de su pueblo. Allí no existe el mezquino maquiavelismo ni la malsana adulonería y snobismo de los pisaverdes que rondan el arte y la cultura”. La proximidad con la gente la traduce en el tango (1959) “San Pedro y San Pablo”, musicalizado por Ismael Spitalnik y grabado por Troilo con Goyeneche.
En 1981 retoma el tango aquel y escribe el libro “Asesinaciones”: “Para San Pedro y San Pablo incendiábamos la noche / con enormes fogatas que chamuscaban los pies de Dios en / el alto cielo frío, hechas de maderas miserables como uno / y hasta un viejo violín ya sin su yinyín pero siempre esbelto, / dábamos largos saltos de tigre sobre las llamas, los cachorros / asábamos palomas, papas y la enredadera austral de las estrellas, / quemábamos el muñeco de toda la angustia…”
Luego publicó “Yanquería”. Inicia su gradual erosión de la lengua, su transgresión (admirada por Cortázar) a las reglas anquilosadas del idioma. Vallejiano, pero también heredero de Discépolo, Tuñón, Maiakovski y Portogalo, dirá en “Poetería”: “Los locutores mal pronuncian nuestro nombre, con desgano, / nos echan del escenario como a los viejos cómicos, / las pescadoras de maridos nos desprecian, / un yiro nos ama de tanto en tanto, / la luna nos orina los zapatos, los burgueses nos atan una soga al cuello, / la piedra nos golpea en el ombligo, / nos vomitan rauda cena y / se van contentos, / la polilla nos come la tricota, / en la calle Libertad ni pueden vernos / y de día nos corren con cascotes / y nos echan ratones en el vino / y cuando todo termina, / arrojados en la última vereda, / roto el violín, la lengua afuera, en cuatro patas, / oímos que alguien dice, / qué bella es la poesía, / dichoso usted que es el dueño de las musas”.
En 1965 publica “Los increíbles”, dedicado a sus grandes amores: Gardel, el tango, la revolución. Su “tragibundeo” lo obligará a emigrar. Redactor de la uruguaya “Brecha” y de la agencia cubana de noticias “Prensa Latina”. En 1971 vuelve a publicar “Sangral América” y “Bandolor”, reunidos en un volumen publicado en La Habana por la Casa de las Américas.
Tuvo que salir en 1976, perseguido y amenazado por el “putosaurio militar”, como él llama a la dictadura videlista.
Profundamente deprimido por la situación del país en tiempos de Alfonsín (a quien llama “el Gran Pagador de la usura imperial”) Julio Huasi se quita la vida en su pieza de pensión el 10 de marzo de 1987. Semanas antes había escrito “Quiero patria, una Argentina definitivamente libre. Soy solo uno de sus hijos. Y quisiera decir, fuerte, con todos mis hermanos, queremos patria”.