Lilia Ferreyra en octubre de 2007, cuando la Armada debió entregar
al Estado las instalaciones de la ESMA.
Compartió con Rodolfo Walsh los últimos diez años de vida de él. “Mujer y compañera”, decía cuando quería describir la relación con Walsh. Trabajadora de prensa en La Opinión y en Página/12, militante del gremio, fue excluyentemente la lectora “oficial” de la “Carta Abierta de un Escritor a la Junta Militar” y de los cuentos inéditos que la Armada robó de la casa de San Vicente. Lilia se exilió, militó por la memoria, la verdad y la justicia, y en 1997 firmó un escrito pionero del CELS para exigir la apertura de los juicios por la verdad. Cuando Néstor Kirchner asumió como presidente, ingresó a la Secretaría de Derechos Humanos y años después representó al Estado en el ente público tripartito que administra el Espacio Memoria y Derechos Humanos, en la exESMA. Lilia Ferreyra murió a los 71 años. Fue velada en la Sala Cortázar de la Biblioteca Nacional. Luego sería llevada a Junín, su ciudad natal.
“He tenido distintos trabajos, distintos estudios, pero todos marcados por una misma pasión, que es la pasión por entender el mundo en que vivo y comprometerme con hacerlo cada vez más justo”, se presentó en el ciclo “Somos Memoria” en el canal Encuentro. De familia de “clase media baja pero instruida”, siguió el consejo familiar y fue maestra. Estudió Literatura mientras trabajaba en una fábrica y allí conoció a los primeros peronistas. En 1966 llegó a una pensión de Buenos Aires dispuesta a “transformar al mundo”. Decía: es que “pertenezco a esa generación […]”. Conoció a Walsh en 1967. Trabajó en la editorial Jorge Álvarez y fue delegada de base en La Opinión. Juntos atravesaron la etapa en que Walsh dirigió el periódico de la CGT de los Argentinos, la militancia en el peronismo revolucionario, la etapa camporista y el pase a la clandestinidad, con Walsh inserto en la estructura de inteligencia de Montoneros.
Los últimos meses junto a Walsh fueron “[…] intensos”. Recordó las caídas de Victoria Walsh y el allanamiento de una casita de fin de semana en el río Carapachay, hasta que a fines de 1976 se radicaron en San Vicente. Lo calificó como “nuestro propio repliegue”, jugaba con las palabras, porque Walsh planteaba el repliegue de Montoneros para preservar a la mayor cantidad posible de militantes. El 25 de marzo de 1977 viajaron en tren y se separaron en Constitución. El 26, cuando al volante de un Ami 8 llegaba, con Patricia Walsh y familia, a la casa de San Vicente, le llamó la atención ver la tranquera abierta y ningún rastro del humo del asado que habían planificado. Bajó alarmada y se encontró con la casa destruida, puertas y ventanas acribilladas, el inodoro en el jardín. Walsh había alcanzado a despachar en un buzón varias copias de la Carta Abierta. Poco después había sido emboscado por un grupo de tareas de la ESMA.
Comenzó “la incertidumbre, la angustia y la desesperación por saber qué pasó”, contó en 2010 en el primer juicio de la ESMA. También los hábeas corpus, el trabajo para seguir difundiendo copias de la Carta Abierta y finalmente el exilio en México. En 1977 le dijeron, por primera vez, que Rodolfo había muerto en la emboscada. Al año siguiente leyó en un testimonio de tres sobrevivientes que “llegó muerto a la ESMA”. En 1982, en Madrid, conoció a Martín Grass. “Dos sobrevivientes, uno de la ESMA y otro en el exilio”. Grass había visto el cuerpo acribillado de Rodolfo en el sótano de la ESMA y había accedido a los escritos inéditos que sólo Lilia conocía. “Una alegría extraña, una excitación indecible me sacudió” cuando le empezó a relatar “Juan se iba por el río”, el último cuento de Walsh, y Grass la interrumpió para continuar el relato. Habían sido “¿Los dos únicos lectores?”.
Con el retorno de la democracia volvió a trabajar en periodismo. Fue la asistente de Horacio Verbitsky. El 22 de mayo de 1997, junto a su abogada Alicia Oliveira se presentó ante la Cámara Federal porteña para pedir la restitución del cuerpo de Walsh y “de sus obras secuestradas, las que forman parte del patrimonio cultural de la sociedad por la que vivió y murió”.