Amado Olmos: Fue uno de los mentores de la necesidad de conformar un “partido obrero” para enfrentar a las dictaduras de turno
desde 1955 en adelante.
Nace en Rosario en 1918. En 1945 adhiere al peronismo. En 1946 se traslada a Buenos Aires y trabaja en un laboratorio, sus compañeros lo designan delegado en el Sindicato de Trabajadores de Industrias Químicas (no se había creado el Sindicato de la Sanidad, cuando se funde Olmos será su primer Secretario General). De conducta inquebrantable, preocupado por su capacitación, pasa a ser una figura importante del sindicalismo. En 1954 es elegido diputado nacional por la provincia de Buenos Aires. Se manifiesta opositor a los convenios petroleros con la California.
Derrocado Perón integra la Resistencia. En el intento de recuperar la democracia el 9 de junio de 1956 es detenido en las prisiones de Caseros, Rosario y Bahía Blanca.
Con Frondizi, al reorganizarse los gremios es nuevamente elegido secretario general de “La Sanidad”. Permanece un tiempo preso en la Penitenciaría Nacional.
Trasciende el gremialismo y piensa en una estrategia política del movimiento obrero. DESEARÍA FERVIENTEMENTE QUE ESTO LO ESTUVIERAN LEYENDO LOS ACTUALES TRAIDORES DE LA CGT. Escribe, alentado por Astesano, en el periódico “Relevo” (1960) y luego fue director de “Voz Justicialista”.
Se manifiesta en la conferencia-folleto “Los trabajadores, la conducción política y su hegemonía en la lucha por la Liberación Nacional. Planteos, esclarecimientos y definiciones. Los mariscales de la derrota” (1959).
Un fragmento: “El peronismo fue derribado del poder desde el poder mismo. No fue un movimiento de masas ni el malestar del pueblo, sino la red sutil de los intereses económicos extranjeros que aspiraban a dominar nuestra economía como en general dominaban nuestra cultura, lo que arrastró tras de sí a los pequeños grupos de acción que darían los golpes gestados. Fueron militares en rebeldía contra la voluntad de las urnas y contra sus propios juramentos, disciplina y reglamentos, los que apoyándose en políticos venales, cobardes o simplemente, maliciosos o ignorantes, prepararon la caída de Perón… El peronismo comenzó a debatirse entre la lucha o el renunciamiento a la misma… Cuando Perón abandona el país, los únicos que no renuncian no tienen con qué luchar. Son las masas populares y aquellos fieles dirigentes que se confunden con las mismas… Un nuevo y viejo peronismo pugnan por expresarse. […] El Peronismo es el vehículo revolucionario de esa Argentina que se nutre en las grandes masas laboriosas y en los ‘cabezas negras’: esa es su grandeza y su vigencia. Quienes pretendan desdibujarnos, quienes quieran complicarnos con el régimen y convertirnos en otro apéndice del mismo, esos no pueden estar a nuestro lado, esos no pueden llamarse peronistas… Las banderas de la Soberanía Política, la Justicia Social y la Independencia Económica, las salvamos cuando toda una clase de dirigentes las habían abandonado. Ese es nuestro mérito histórico”.
En 1962, se convoca a elección de gobernadores y legisladores, Olmos y otros convencen a Perón de la inconveniencia del “votoblanquismo” y se produce un gran triunfo electoral del peronismo; las elecciones fueron anuladas. Entonces, Olmos sostiene: “Aquí tenemos que dividirnos entre los entreguistas y los que no queremos entregarnos. Entre los que están con el imperialismo y los que somos antiimperialistas, entre los que queremos el país y los que están en contra del país […].
En la presidencia de Illia, en el conflicto entre Perón y Vandor, se coloca junto al conductor, convirtiéndose en el orientador de las “62 de pie junto a Perón”.
Estrecha relaciones políticas con John W. Cooke, intentando consolidar la izquierda dentro del peronismo. En el movimiento sindical asume claras posiciones revolucionarias: “Hay dirigentes gremiales cuya mentalidad no da para más y como hijos del capitalismo siguen obedientes a sus viejos padres, y buscan la solución en este sistema liberal capitalista… Los trabajadores no quieren soluciones por arriba… Quieren el sindicalismo integral, que se proyecte hacia el control del poder, lo cual asegura el bienestar del pueblo todo. Lo otro es el sindicalismo amarillo, imperialista”.
En 1967 le preguntan si postula un partido obrero: “Eso del partido obrero es un sambenito que me han colgado. […] Lo que manifesté en mi conferencia fue que exigía, sí, la hegemonía en la conducción táctica del movimiento peronista… lo cual no significa que sean los dirigentes quienes detenten esa hegemonía, pues hoy no están representando a las bases… Insisto en la necesidad de esa hegemonía, pero ejercida por elementos surgidos desde abajo y que no estén comprometidos”.
A fines del ’67, Olmos es el único capaz de ganarse la confianza de todos los trabajadores confederados. Se preocupa por el funcionamiento democrático de los sindicatos, por los compañeros presos,, encontrar la salida política a la lucha del movimiento. Es el indicado para ocupar la secretaría de la CGT, en el próximo Congreso Normalizador a realizarse en marzo ‘68. Los sectores combativos se expresan a través de él, y el vandorismo retroceso. El delegado de Perón, Fernando Alberte, un militar que ha asumido posiciones de izquierda en el ejercicio de su función, juega decisivamente a favor de Olmos como secretario general.
Pero el destino –siempre antipopular- no quiso: en la fecha indicada sufre un accidente automovilístico cuando se dirigía a Villa María, Córdoba, y Amado Olmos muere trágicamente. Fue un gremialista excepcional, que nunca tuvo a su favor a la prensa, a la radio, ni a la televisión del sistema. Siempre silenciado, aún en los ámbitos propios.