La batalla de Cepeda desde el punto de vista del aspecto militar fue
de las más “pobres” en la historia argentina pero
en sus proyecciones políticas fue de las más fecundas.
Las sublevaciones de diciembre y enero son muestra acabada de una crisis absoluta, que podía pasar de lo político a lo social. Entonces la logia porteña se resuelve a un cambio de decorado: el 31 de enero entrega como pasto para las fieras a Pueyrredón, Tagle, el general Díaz Vélez, Julián Álvarez y los miembros más resistidos del anterior gobierno. Se les abre proceso, pero previsoramente se les facilita la fuga a Montevideo. Queda al frente “de la ciudad y campaña de Buenos Aires” –con el título de director sustituto- un vecino inofensivo: el alcalde de primer voto Juan Pedro Aguirre.
El director de Estado renunciante, Juan Martín de Pueyrredón.
A este “golpe” se le da la apariencia de una revolución que se exterioriza, como todas, por un voto del cabildo y un bando a la población. Su objeto era la logia –aun con el sacrificio de Pueyrredón y sus miembros conspicuos Tagle y Julián Álvarez- consiguiese perdurar en un gobierno de jurisdicción meramente provincial. “No se pretenderá –dice el bando- ninguna innovación en los destinos, propiedad y libertad de las otras personas pertenecientes a la administración” fuera de los indicados más arriba.
El mismo día el Congreso confirma el “golpe” reconociendo a Aguirre como sustituto de Rondeau. Si éste era derrotado, Aguirre, libre de cargos, trataría con Ramírez; si triunfaba, seguiría Rondeau como Supremo.
José Rondeau, último director Supremo de Buenos Aires.
Al día siguiente Ramírez y López atacan el campamento de Rondeau en la cañada de Cepeda“llenando el aire de alaridos y voces descompuestas” (según el parte de éste). Una sola carga basta para desmoronar a los directoriales que “en menos de un minuto” se dispersan cayendo su artillería en poder de los montoneros. Tan sólo parte de la infantería, a las órdenes de Juan Ramón Balcarce, puede hacer cuadro y escapar a San Nicolás, donde está la escuadrilla del gobierno. Ramírez sabiendo la impotencia de los vencidos les deja irse porque “penetrado el cuadro por nuestros soldados, habría sido exterminar a los infantes… y no quisimos privar a la Patria de brazos útiles para su defensa contra enemigos exteriores”.
Rondeau quedó escondido en la cañada de Cepeda varios días. Ramírez, que tenía con el director supremo una antigua amistad (había sido quien lo incitó en 1811 a dejar el servicio de los españoles), nada hizo por apresarlo.
Ramírez acampa en el mismo sitio de la batalla y al día siguiente -2 de febrero- da una tregua de ocho días a la espera que “Buenos Aires se constituya en provincia federal” sin engañarse con el golpe del 31 de enero. Como no conoce la derrota definitiva que ha recibido Artigas en Tacuarembó el 29 de enero, le envía el parte de la victoria:
“Completos serían nuestros triunfos si los esfuerzos de los libres que tengo el honor de mandar emplearan contra enemigos exteriores. Pero dolorosamente veo regado este campo de batalla con la sangre de compañeros conducidos al sacrificio por caudillos tan ambiciosos como criminales”.
Francisco Pancho Ramírez en un retrato hipotético,
no existen imágenes contemporanéas del caudillo.
A propósito de la “revolución porteña del 31 de enero, Ramírez escribe a su subalterno Aniceto Gómez:
“Son infructuosos todos los esfuerzos que haga la administración de Buenos Aires para que la revolución refluya en favor de los enemigos de la libertad de los Pueblos. La Providencia dirige nuestros pasos y vela por nuestra conservación. El año 20, decían los aristócratas, era el que debía marcar el fin de la Revolución estableciéndose el poder absoluto para consumar nuestro exterminio, repartiéndose entre sí los empleos y riquezas a la sombra de un niño coronado”.
Tropas de gauchos conducidas por Ramírez en la batalla de Cepeda.
A pesar de las preocupaciones tomadas el 31 de enero, la noticia de Cepeda produce pánico en Buenos Aires. Nada se sabe de la salvación de la infantería, ni de Rondeau escondido en la cañada de Cepeda, y no ha llegado el bando Ramírez con la tregua de ocho días “para constituir la provincia federal”. Corren rumores que la montonera viene al galope sobre la ciudad; el miedo a los “anarquistas”, alimentado en una prédica de cinco años por la prensa, cunde en todas partes. Para peor los dispersos de la caballería directorial aprovechan la falta de vigilancia para causar desmanes.