Este es un testimonio contundente publicado por el periodista y militar Epifanio Martínez, en Fígaro: “Siete años [Mitre] gobierna el país con ley marcial […] Sandes, Arredondo, Rivas erigidos por él en procónsules extraordinarios, llevan a cabo actos de exterminio en masa. Tres veces invadida a sangre y fuego La Rioja, como [la Franja de Gaza], quedó convertida en sepulcro. San Luis, Mendoza, San Juan, Santa Fe tiemblan bajo la mano enguantada de este principista de la sangre. Tiemblan también las arcas públicas, porque a la sombra de este puritano sin mancha, se pierden diez millones de pesos bajo el ministerio de Elizalde y se hacen [ricos] los proveedores del ejército”.
Domingo Faustino Sarmiento, Ambrosio Sandes y José Miguel Arredondo, los procónsules de Mitre en el Interior para concretar la masacre popular.
Domingo Faustino Sarmiento, Ambrosio Sandes y José Miguel Arredondo, los procónsules de Mitre en el Interior para concretar la masacre popular.
También nos esclarece José Hernández, otro olvidado intencionalmente como político en la enseñanza oficial. Para éste, igualmente se trató de una dictadura: “[Mitre] fue el mandón más autoritario y despótico que ha existido […]”. “Los seis años de su gobierno fueron […] una noche de horrores, de duelo, de lágrimas y de devastación dentro y fuera de la […] Argentina. En ese abismo de sangre se hundieron todos los beneficios adquiridos hasta entonces, todos los progresos que habían alcanzado los Estados Federales, cayendo bajo el sable de los verdugos las cabezas de cuantos abrigaban un pensamiento contrario a la política dominante, y desapareciendo todas las ideas de libertad, de orden, de justicia, de derecho y de organización […].
[…] Mitre ha sido un cometa de sangre, un flagelo devastador, un elemento de corrupción, de desquicio, y dan testimonio de su existencia los huérfanos, las viudas y los inválidos”, cuenta Hernández. “Existen allí pueblos como La Rioja, donde el cuchillo y el incendio lo han reducido todo a escombros, cuyos hijos han sido perseguidos y muertos por millares, cuyas familias han sido arrastradas cautivas al campamento de ese mismo Arredondo, procónsul del presidente Mitre en la época aciaga de su gobierno de doloroso recuerdo”.
Dos testimonios de la represión mitrista en el interior se encuentran en los manifiestos de Felipe Varela. El primero de ellos, del 6 de diciembre de 1866, sostiene: “… nuestros pueblos han sido desolados, saqueados y guillotinados por los aleves puñales de los degolladores de oficio: Sarmiento, Sandes, Paunero, Campos, Irrazábal y otros […] oficiales dignos de Mitre. [¡!] Basta de víctimas inmoladas al capricho de mandones sin ley, sin corazón y sin conciencia. Cincuenta mil víctimas hermanas, sacrificadas sin causa justificable, dan testimonio flagrante de la […] insoportable situación que atravesamos […]”. Bartolomé Mitre, uno de los verdugos más grandes de la nacionalidad latinoamericana.
[…] Mitre ha sido un cometa de sangre, un flagelo devastador, un elemento de corrupción, de desquicio, y dan testimonio de su existencia los huérfanos, las viudas y los inválidos”, cuenta Hernández. “Existen allí pueblos como La Rioja, donde el cuchillo y el incendio lo han reducido todo a escombros, cuyos hijos han sido perseguidos y muertos por millares, cuyas familias han sido arrastradas cautivas al campamento de ese mismo Arredondo, procónsul del presidente Mitre en la época aciaga de su gobierno de doloroso recuerdo”.
José Hernández fue uno de los denunciantes más vehementes contra la política sugerida por el capital inglés que llevó adelante el líder de la burguesía comercial portuaria, Mitre, en nuestra Argentina profunda.
El otro manifiesto, del 1/1/1868, insiste: “Muchos pueblos han sido saqueados, desolados, guillotinados por puñales aleves. […] En 1862 salieron los ejércitos porteños enviados por Mitre al mando de un coronel Arredondo a pacificar las provincias. […] ese famoso coronel plantó la horca en nombre de la ley en la plaza de La Rioja, al frente de la puerta principal de la iglesia, estrenándola por primera vez con 14 infelices cuyos cadáveres fueron arrastrados desde la misma plaza hasta el panteón. En ese mismo año, por orden del mismo coronel pacificador, los pueblos Machagasta, Mazán y Guandacol desaparecieron abrasados por las llamas y se disipaban en negros torbellinos de humo y chispas, con sus sementeras y cuantos recursos de vida poseían.
Felipe Varela, quien con sus manifiestos señaló la política depravada del caudillito porteño Mitre en el país profundo.
En 1863, la ciudad de La Rioja era entregada por el general Taboada, otro de los ‘pacificadores’ de Mitre, al más vergonzoso pillaje, al saqueo más inaudito, al par que se encerraban familias honradas en los cuarteles, entregándolas a la depravación de una tropa inmoral y corrompida hasta el infinito. Desde esa fecha hasta 1867, los pueblos de Famatina, Chilecito, Vinchina, Hornillos, Vichigasta y Guandacol han presenciado los actos de barbarie más salvajes, el martirio de mujeres preñadas, el ahorcamiento de centenares de infelices, el suplicio de viejos y de niños, el degüello de tantos, en fin, que sería traspasar los límites de un simple manifiesto el entrar a dar cuenta de tanto hecho atroz”.