Lugar histórico donde se desarrolló la batalla de Angaco.
“La deserción sufrida por el ejército unitario compuesto de paisanaje federal arreado contra su voluntad, tomaba proporciones tremendas”, dice Quesada. Las Memorias de Lamadrid son expresivas: “Llegué el 22 a La Rioja habiendo sufrido la deserción de los cívicos de Tucumán; el batallón Libertadentre Catamarca y La Rioja también había sufrido una numerosa y los escuadrones de Salta alguna”.
Deserción de la jineteada criolla del paisanaje federal.
Deserción de la jineteada criolla del paisanaje federal.
Lamadrid destaca a Acha con 900 hombres, los mejores del ejército, para adelantarse a San Juan y apoderarse de caballos y dinero. No obstante encontrarse rodeado de las fuerzas superiores de Aldao y Benavídez, Acha en un gesto de audacia entra en San Juan el 13 de agosto sin lucha (había intimado “Si se dispara un solo tiro, la guerra será a muerte”, y el prudente delegado Oyuela se retiró sin combatir).
La entrada de Acha en San Juan fue singular; “el sepulcral silencio, cerradas las puertas y ventanas, daba a ese pequeño grupo, extenuado por las marchas forzosas, sin auxilio de ninguna clase, descalzo, hambriento, un aspecto verdaderamente desolador”, dice Larrain. No se amilana Acha: impone contribuciones bajo pena de muerte, requisa caballos, se apodera de alimentos y vestuario. Pero sus efectivos disminuyeron de 900 a 600 por la deserción. En San Juan no podía reponer las bajas porque no quedaba casi nadie.
El general Mariano Acha entra a San Juan.
Benavídez y Aldao van sobre Acha. Le habían dejado San Juan como una ratonera sin salida posible. Los federales tienen 2.000 hombres, Acha solamente 600 con dos cañones. El general unitario elige para la batalla el lugar de Angaco al norte de San Juan (que en los partes federales se llamaba “Albardón”) protegido por una acequia.
Además de la defensa natural contra las cargas de caballería cuyana, que era la acequia, Aldao y Benavídez tenían la desventaja de llegar a Angaco después de una “travesía” sin agua de 30 leguas. En cambio, las tropas de Acha estaban descansadas y alimentadas. Cometieron el grave error de dar batalla en esas condiciones, convencidas que su superioridad arrollaría a los arrollaría a los adversarios.
Angaco resulto una gran victoria a los unitarios; la única en toda la campaña. Acha la consiguió con apenas 500 hombres, porque los otros cien estaban esparcidos buscando ganado. Benavídez y Aldao se estrellaron contra la defensa de Acha y el tiro certero de sus dos cañones. Durante siete horas se aplastaron inútilmente contra el Albardón. Hubo entreveros de caballería e infantería; se combatió con fusiles, lanzas, piedras, hasta con las manos limpias.
“Aquella legión de demonios que capitaneaba el salvaje Acha”, como dice un jefe federal, quedó reducida a 280 hombres pero no se rendía. Su intrépido jefe debió cambiar tres veces de caballo porque le mataban el que montaba. Acabó dueño del campo. Aldao y Benavídez dejaron mil cadáveres y 157 prisioneros. Las pérdidas de Acha fueron insignificantes en proporción: 170 muertos. Como el jefe unitario no estaba en condiciones de perseguir, los federales pudieron salvar su parque.
Croquis de la batalla de Angaco realizado por el general José María Paz.
El general José Félix Aldao.
“Aquella legión de demonios que capitaneaba el salvaje Acha”, como dice un jefe federal, quedó reducida a 280 hombres pero no se rendía. Su intrépido jefe debió cambiar tres veces de caballo porque le mataban el que montaba. Acabó dueño del campo. Aldao y Benavídez dejaron mil cadáveres y 157 prisioneros. Las pérdidas de Acha fueron insignificantes en proporción: 170 muertos. Como el jefe unitario no estaba en condiciones de perseguir, los federales pudieron salvar su parque.
Croquis de la batalla de Angaco realizado por el general José María Paz.
Poco le duraría el triunfo a Acha. De Angaco volvía a San Juan, sin saber que Benavídez estaba en la ciudad. Al acercarse, Benavídez lo atacó en la Chacarita (afueras de San Juan), el 18; pero Acha consiguió abrirse camino hasta el centro, refugiándose en la catedral, después de abandonar los prisioneros de Angaco y gran parte de las armas tomadas. En la torre de la catedral resistirá cuatro días, debiendo rendirse el 22 con los últimos cien hombres que le quedaban.
Benavídez le hizo promesa de vida que desdichadamente no se cumplió. Al ser conducido a Buenos Aires, una partida de soldados de Aldao raptó al vencido, fusilándolo a orillas del Desaguadero el 15 de septiembre. Su cabeza fue puesta en un algarrobo. Se ha atribuido la orden a Pacheco o a Aldao (Benavídez protestó con vehemencia). Lo presumible es que a nadie –sino al carácter de esa guerra- se deba esa inmolación. Acha era odiado por los federales por haber entregado a Dorrego en 1828.General Nazario Benavídez.