Carlota Joaquina de Borbón.
Pedro Carlos de Borbón y Braganza, nieto de Carlos III, no tenía título para reclamar la sucesión española contra los derechos de Carlota Joaquina, hermana de Fernando VII. Ni si se aceptaba la ley sálica, pues era preferente el vínculo de su tío Fernando IV, rey de Nápoles, hermano de Carlos IV de España, que resistía a Napoleón en Sicilia apoyado en la escuadra inglesa. Sin contar a los hermanos de Fernando –Carlos y Francisco- bajo el control de Nápoles.
El niño Pedro Carlos de Borbón y Braganza.
El niño Pedro Carlos de Borbón y Braganza.
Con la firma de Carlota y Pedro Carlos y dirigido al regente Juan, se redacta el documento básico del carlotismo. Ambos “infantes” representantes de la Casa Real de España, decían al regente de Portugal que protegiera su causa “contra la propagación del sistema usurpador de Napoleón… por ser los más inmediatos deudos del rey de España… [a fin de] asegurar sus derechos combinándose con las fuerzas inglesas, portuguesas y españolas para impedir que los franceses practiquen en América las mismas violencias y subversiones que cometieron contra casi toda Europa… interesando al almirante de Inglaterra… disponga sus fuerzas navales… proteja el río de la Plata… franqueándole recursos y avisos a los jefes, autoridades y magistrados en estos dominios”.
El regente acepta “la saludable combinación” de su esposa y su sobrino “en bien de los españoles que son fieles a la Corona”. Tres días después, Carlota y Pedro Carlos dan sendos Manifiestos“a los leal y fieles vasallos del Rey Católico de las Españas e Indias”.
Juan VI de Portugal -esposo de Carlota Joaquina- cuando era príncipe regente.
Los “Manifiestos” fueron redactados por Coutinho y llevados a la aprobación de Sydney Smith con la “Justa Reclamación”. Aquéllos fueron traducidos al castellano por el Dr. (al menos así se titulaba) José Presas y Marull, catalán educado en Buenos Aires, fugado para eludir responsabilidades por su anglofilia cuando la ocupación de Beresford, y que Sydney Smith había puesto de secretario a Carlota.
La “Justa Reclamación”, la aceptación del regente y ambos “Manifiestos” se imprimieron en Río de Janeiro y circularon en toda América española. Fueron remitidos a los virreyes, audiencias, gobernadores, capitanes generales, intendentes, obispos, consulados, cabildos seculares y eclesiásticos y personas de representación, acompañados de cartas de Carlota. A Buenos Aires escribió la princesa a Liniers, la audiencia, consulado, ambos cabildos, fray Francisco Chambó, Juan de Almagro y Sobremonte (preso en su quinta de San Fernando).
Sidney Smith, el heroico marinero. Amante de Carlota Joaquina,
debió haber sido realmente heroico.
Juan de Almagro, después asesor del virreinato en tiempo de Cisneros, era un amigo de Presas que quedó ligado en primera fila al “carlotismo”.
Juan María de Almagro (el que le dio el nombre al barrio porteño), asesor en el virreinato de Cisneros y políticamente en la primera fila del carlotismo.
Juan María de Almagro (el que le dio el nombre al barrio porteño), asesor en el virreinato de Cisneros y políticamente en la primera fila del carlotismo.
Los documentos estuvieron en Buenos Aires el 13 de septiembre. Fue tan extraño que papeles tan importantes llegaran con un emisario insignificante –un tal Carlos Güezzi- y distribuidos a la volanta, que muchos duraron de su autenticidad.
El Manifiesto de Carlota historiaba la abdicación de Carlos IV (decía que aquella era nula), declaraba ser “una depositaria y defensora de estos derechos” para “restituirlos al legal representante de mi Augusta Familia”, y pedía a los hispanoamericanos “mantenerse en orden y lealtad hasta que mi amado primo, el Infante Don Pedro Carlos, u otra persona, llegue entre vosotros interinamente para arreglar los asuntos de gobierno”.
El de Pedro Carlos hacía la reserva de “guardar los derechos de antelación y preferencia” incluso del rey de Nápoles, “según el orden de sucesión prefijado por las leyes fundamentales de la monarquía”.
Rodrigo de Sousa Coutinho, Marqués de Linhares, ministro de Negocios Exteriores y Guerra de la corte portuguesa.
Había el error fundamental de basar la reclamación “en la abdicación de Carlos IV” y no en la prisión y forzada renuncia de Fernando, que hacía pensar se quería suplantar a éste, y la contradicción –dejada de propósito por Coutinho- de sostener conjuntamente ambos su legitimidad: una por la pragmática de Carlos IV, y el otro por la ley sálica.
La Reclamación y demás documentos llegaron en mal momento: Curado acababa de mandar su nota del 2 de septiembre que anunciaba una próxima invasión portuguesa. Lo había hecho movido por el despecho de su larga antesala en Montevideo, pero contribuía a que no se tomase como pacífico lo que venía de Río de Janeiro.