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Channel: PROFESOR DANIEL ALBERTO CHIARENZA
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1 DE SEPTIEMBRE DE 1855: POR LEY Nº 41 JUSTO JOSÉ DE URQUIZA LEGITIMA A SUS 108 HIJOS NATURALES.

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El aquelarre, de Francisco de Goya. En el centro "El Macho cabrío".

Por aquellos días las campañas militares eran muy largas, por lo que para volver a casa, el batalladortardaba mucho tiempo. Y con las convenciones machistas y medievales (derecho de pernada) que existían y persisten en toda América Latina, expliquemos algunas particularidades sociales. En las novelas mexicanas detectamos que asociado a la clase social hegemónica a la que pertenece el “macho cabrío” o el “señor” de la familia, proporcionalmente aparece la propiedad de una casa grande y, según hasta donde le dé el cuero –tanto biológico como económico- un desigual número de casas chicas. Esta costumbre poligámica burguesa masculina, no sorprende que fuera permitida –en esta línea de sometimientos- por la “mujer principal” o, por lo menos, lo que es seguro que “hacía la vista gorda” ante “las canitas al aire” de su cónyuge, dominador económico y sexual.

Un charro mexicano muy machote, que ya tiene el revólver gastado...
 
En el caso del general Urquiza, todas las noches debía dormirlas “con pierna”, es decir con una compañera de cama, cualquiera fuera su localización geográfica. El hombre, al parecer, “donde ponía el ojo, ponía la bala”, por no ser más explícitos. Algunos afirman que, cuando la “China” -acompañante casual- lo despedía, de madrugada, hasta el palenque donde el estanciero amante era halagado con un espumoso mate y mientras don Justo, ya montado (al caballo), le devolvía el mate galleta -no sin antes hacer un ronquido de última chupada del verdoso elemento-; entonces Urquiza sacaba de la faltriquera unos patacones que ofrecía a la fámula enamorada y le decía con total seguridad: “Tomá”… pa’ los pañales.
Teniendo como referente de paternal ternura a semejante padrillo, no podemos menos que corear, comparativamente: “¡Maradona maricón! ¡Maradona maricón!...” Y ni hablar del resto de los mortales que nos manda directo al psicólogo desconfiando de nuestra masculinidad.

Justo José de Urquiza que, como tenía que salir con unas "minas", le pidió prestada una camisa al ecuatoriano Rafael Correa.
 
Siendo presidente de la Confederación Argentina (1854-60), don Justo José de Urquiza pensó que había llegado el momento de legitimar a sus ciento ocho hijos naturales, lo cual efectivizó con un decreto que el Congreso confederal de Santa Fe convirtió en Ley con el Nº 41. Es un dato perfectamente documentado y que debemos su rescate al texto de Ricardo Font Ezcurra, “La unidad nacional”, editado en Buenos Aires por Theoria, en 1961, y cuyo párrafo podemos leer en la página 83.

Libro de Ricardo Font Ezcurra "La Unidad Nacional", donde aparece 
la Ley que le da legitimidad a los 108 hijos naturales de Urquiza.
La avidez por el dinero que tenía Urquiza, se la podría asignar a su carácter mercantilista y el reconocimiento filial -no por ser altruista-, teniendo en cuenta que el entrerriano era el estanciero más rico del país, sino que entre esos ciento ochos vástagos habría varones, que bien le servirían como peones con la imposibilidad de reclamo “salarial” ante su padre; o la chicas bien podían jugar el rol de sirvientas gratuitas. Las ambiciones mercantilistas del que se había pronunciado contra Rosas uniéndose a la casa de Braganza, eran realmente de una voracidad sin límites.

Vista aérea del Palacio San José, cerca de Concepción del Uruguay en Entre Ríos.
 
Alberdi decía en un artículo denominado “La claudicación de Urquiza”, dando cuenta de la plutofilia del mismo: “¿Para qué ha dado tres batallas?: Caseros, para ganar la presidencia; Cepeda, para ganar una fortuna; Pavón, para asegurarla”.
Nos ilustra Norberto Galasso, para enmarcar tanto una corriente historiográfica, como –dentro de ella- las particularidades de Urquiza: “El revisionismo federal provinciano, socialista o latinoamericano, al intentar un análisis histórico en función del enfrentamiento entre las clases sociales –y no a través de las individualidades […]- intenta alcanzar una mayor profundización, tanto en relación con Caseros, como con las diversas facetas de Urquiza. La concepción dialéctica que nutre el análisis de esta corriente le permite registrar las transformaciones […] que llevan a este personaje de estanciero a caudillo y luego, lo convierten de caudillo en traidor, ajusticiado por sus propios hombres”.

Asesinato de Urquiza, ajusticiado por sus propios hombres y asistido por los pocos hijos de su matrimonio formal.
 
Urquiza fue el mayor atleta sexual de la historia nacional, y esto es inescindible de su autoritarismo o su vocación de señor feudal expresada en el boato del Palacio San José, que lo llevó a transitar el camino adoptado por los estancieros del litoral, tironeados hacia Buenos Aires por su apetencia del mercado mundial y de las mujeres, e inclinados a defender la nacionalización de las rentas aduaneras que arrebataba Buenos Aires.


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