Domingo F. Sarmiento, aquel del poco feliz consejo a Mitre:
"No economice sangre de gauchos..."
Lo autóctono es “lo bárbaro” que hay que eliminar. Los indios, interroga: “¿Lograremos exterminar a los indios? Por los salvajes de América siento una invencible repugnancia sin poderlo remediar. Esa canalla no son más que unos indios asquerosos a quienes mandaría colgar ahora si reapareciesen. Lautaro y Caupolicán son unos indios piojosos, porque así son todos. Incapaces de progreso, su exterminio es providencial útil, sublime y grande. Se les debe exterminar sin ni siquiera perdonar al pequeño, que tiene ya el odio instintivo al hombre civilizado”.
Sin palabras... ni Hitler pudo haberlo dicho mejor.
Sin palabras... ni Hitler pudo haberlo dicho mejor.
Además afirma: “Estamos por dudar de que exista el Paraguay. Descendientes de razas guaraníes, indios salvajes y esclavos que obran por instinto o falta de razón. En ellos, se perpetúa la barbarie primitiva colonial […] Son un perros ignorantes […] Al frenético, idiota, bruto y feroz borracho Solano López lo acompañan miles de animales que obedecen y mueren de miedo. Es providencial que un tirano haya hecho morir a todo ese pueblo guaraní. Era necesario purgar la tierra de toda esa excrescencia humana, raza perdida de cuyo contagio hay que librarse”.
En forma parecida se refiere a los negros: “Los negros […] ponían en manos de Rosas un celoso espionaje, a cargo de sirvientes y esclavos, proporcionándole, además, excedentes e incorruptibles soldados de otro idioma y de una raza salvaje […]. Felizmente, las continuas guerras han exterminado a la parte masculina de la población”.
Con respecto a los gauchos, Sarmiento exultante por la “victoria” de Pavón contra el ejército nacional de la Confederación Argentina, escribe: “No trate de economizar sangre de gauchos” […] “su sangre es lo único que tienen de humano” y resulta que: “Este es un abono que es preciso hacer útil al país”, en carta a Mitre del 20 de septiembre de 1861. Poco tiempo después, respecto a Urquiza: “No deje cicatrizar la herida de Pavón. Urquiza debe desaparecer de la escena, cueste lo que cueste. Southampton o la horca. Él es la única nube negra que queda en el horizonte” [en Archivo del General Mitre (AGM). Campaña de Pavón, tomo IX, Buenos Aires, Biblioteca La Nación, 1912]. Continúa el “Padre del aula” [sólo era autodidacta]: afirmando de los gauchos que son “animales bípedos de perversa condición”, también en carta a Mitre, del 24 de marzo de 1863.
El destinatario de las cartas del autor de "Facundo" que destilaban un deleznable racismo, era el inefable general frustrado en el fragor de tantas derrotas: Bartolomé Mitre.
En su obra Conflictos y armonías de las razas en América, abundan las referencias despreciativas hacia indios, negros y gauchos. También repudia las raíces hispánicas, suponiendo que todo lo español es necesariamente autoritario y reaccionario, óptica que lo conduce a idealizar lo anglosajón. La propuesta de aniquilar a lo que llama “barbarie” se expresa con motivo del degüello del Chacho Peñaloza; del mismo modo preconiza el asesinato de Benavídez: “La muerte del gobernador Nazario Benavídez es acción santa sobre un notorio malvado. Dios sea loado”.
Su Facundose halla nutrido de denuestos y acusaciones, muchas de ellas falsas, como él mismo lo reconoce en carta al “manco” Paz. Reproducimos algunos fragmentos de su obra literario-histórica: “Facundo es un tipo de la barbarie primitiva […] Su cólera era la de las fieras: la melena de sus renegridos y ensortijados cabellos caía sobre su frente y sus ojos en guedejas como las serpientes de la cabeza de Medusa, su voz enronquecía y sus miradas se convertían en puñaladas. Dominado por la cólera, mataba a patadas, estrellándole los sesos a N. por una disputa de juego, arrancaba ambas orejas a su querida porque le pedía treinta pesos, abría a su hijo la cabeza de un hachazo […] En todos sus actos se mostraba el hombre bestia […] Tenía reputación entre hombres groseros que llegaban a atribuirles poderes sobrenaturales”. “Llega a San Juan y los principales de la ciudad […] salen a encontrarlo. Pasa sin mirarlos […] Una negra que lo había servido en su infancia se presenta a ver a su Facundo, él la sienta a su lado, conversa afectuosamente con ella, mientras sacerdotes y notables de la ciudad están de pie, sin que nadie les dirija la palabra, sin que el jefe se digne despedirlos”.Archivo del Brigadier General José Nazario Benavídez.
Instituto de Investigaciones de Historia Regional y Argentina
“Prof. Héctor Domingo Arias”.