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Channel: PROFESOR DANIEL ALBERTO CHIARENZA
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4 DE FEBRERO DE 1890: MIGUEL OCAMPO CON “DE PASO POR AQUÍ”, ESTRENADO EN EL VARIEDADES, FUE EL PRIMER SAINETERO CRIOLLO QUE SE PRESENTÓ ANTE EL PÚBLICO PORTEÑO.

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Manuel Ocampo, padre de Victoria Ocampo, 
prácticamente el fundador del "género menor".

Ubicándolo en el tiempo, Miguel Ocampo, con “De paso por aquí”, estrenado el 4 de febrero de 1890 en el “Variedades”, fue el primero que se presentó ante el público porteño con un sainete en el cual aparecían vigilantes, carreros, cocheros de tranvías,  ladroncitos y abundantes coristas. Sus intérpretes: Juárez, Abelardo Lastra, Mariano Galé, Félix Mesa, Sarita Ortiz y la Pocoví. Mariano Bosch, con cierta mordacidad, dice: “Miguel, Miguelito Ocampo (de distinguida familia porteña, muy bien emparentado) fue el primer sainetero criollo, iniciador de ese teatro nacional hecho por españoles y que nos trajo luego el otro teatro nacional hecho por uruguayos…” Efectivamente, fue aquella una pieza en la cual, expresándose en el que podía tenerse por caló porteño, aparecieron actores españoles. De manera que, sin más vueltas, copiados de la modalidad peninsular, los primeros personajes de nuestro sainete fueron aquellos: un mayoral, un cochero, un ladrón, un vigilante…

El personaje del cochero era frecuente en el sainete.

Pero hubo una intromisión, y fue la de un criollo de probados méritos como guitarrero y payador: Nemesio Trejo, autor de “La fiesta de Don Marcos”, de directas alusiones políticas, a las que siguieron las de Manuel Argerich (también de abolengo), en la zarzuela “Los consejos de Don Javier”. Así continuaron los vigilantes y las alusiones políticas. Y todavía tendríamos agentes del orden en “Gabino el mayoral”, de García Velloso.
Habrá de transcurrir un tiempo para que aparezcan los personajes gauchescos, lo cual aconteció en piezas acompañadas de música “La trilla” y “La esquila”, personajes desdibujados y hechos para complementar las partituras de Reynoso y Lalanne.

Nemesio Trejo, guitarrero, payador y autor de sainetes.

El resto, aun en “La justicia criolla”, continuaba siendo figura desdibujada, sin mayor colorido.
Serán los Podestá, en el Apolo, los que comiencen a proporcionar personajes con cierta reciedumbre. Como que tenían su experiencia circense… Habían creado personajes, y Moreira era Moreira y Sardetti no admitía un similar, aunque fuera en pantomima.
Posiblemente el primer actor que se definió con un personaje fue Florencio Parravicini, con el “Panete”, de Ulises Favaro, que hizo suyo el 7 de octubre de 1906, de buenas a primeras. A punto tal que, meses después, personalmente, lo convirtió en el posteriormente estereotipado “Panete de Conscripto”.
Es entonces cuando apunta el sainete con sus tipos, merced a Pacheco y Novión, sobre todo. Los autores adquieren confianza, comienzan a desenvolverse con facilidad, menosprecian un poco el teatro fino, la comedia afiligranada, el drama de tesis. Llegan de la calle, desde el arrabal inmediato, y aportan sus apuntes tomados del natural, sus tipos calcados del ambiente, sus personajes, posiblemente caricaturescos, que son los que más gustan a los actores porque en su interpretación juega no poco la libertad. Se estableció francamente una rivalidad: Parravicini, Casaux, tenían sus adeptos. El orillero se convirtió en el compadrito, el genovés de La Boca tuvo su lugar permanente, el español con sus matices, el inglés, el francés… Un actor que embocaba el tipo de un sainete tenía él (y el autor) asegurada la temporada. Los había que el día del estreno salían al foro y allí mismo, ante el público, creaban su personaje para un centenar o dos de representaciones. En pocas palabras: los tipos del sainete dieron vida al género, lo sostuvieron.

Los Podestá: Estos hijos de italianos supieron interpretar 
los sentimientos del hombre de este país 
y sentaron las bases del teatro nacional.

Desde luego, mientras la ciudad y el ambiente lo proporcionaron. Desaparecidos éstos, ya no tuvieron más vigencia.

Don Alberto Vacarezza.

En “La comparsa se divierte”, Alberto Vacarezza nos proporciona con precisión, diríamos, con la alquimia requerida por el género, la que él conceptuaba y, en realidad es, fórmula del sainete; le hacía decir a uno de sus personajes:
…¡Poca cosa!
Un patio de conventillo,
un italiano encargao,
un yoyega retobao,
una percanta, un vivillo,
dos malevos de cuchillo,
un chamuyo, una pasión,
choque, celos, discusión,
desafío, puñaladas,
aspamento, disparada,
¡auxilio!, cana… ¡telón!

El gran Florencio Parravicini.

Ante la sorpresa del extranjero que no alcanzaba a entender que con todo aquello se pudiera condimentar.


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