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Channel: PROFESOR DANIEL ALBERTO CHIARENZA
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15 DE FEBRERO DE 1976: MUERE ROSITA MONTEMAR (DE LA ORQUESTA DE PEDRO MAFFIA, DIFUSORA DE MILONGA SENTIMENTAL).

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La cantante Rosita Montemar, cuyo verdadero nombre era Rosa Spruck de Bonomi. Perdida en los inmemoriales recovecos del Tango.

Rosita Montemar fue el seudónimo que usó Rosa Spruck de Bonomi –de origen hebreo-, que nació en Buenos Aires el 30 de abril de 1910 y murió en el mismo sitio en la fecha indicada. Su nombre no debe decir nada a los tangófilos actuales, porque había actuado escasamente en la radio y dejaba detrás de sí sólo algunas grabaciones. Sin embargo, hay coleccionistas que atesoran su versión de Recuerdo (en 1924), el famoso tango de Osvaldo Pugliese al que puso letra Eduardo Moreno.

Rosita Montemar, el día que interpretó Recuerdo.

Sebastián Piana recordó que fue Rosita Montemar quien impuso la primera de sus milongas –compuesta junto con Homero Manzi- la Milonga Sentimental. La había estrenado un cuarteto integrado por Pepita Cantero, Rosita Contreras, y los actores Casaravilla y García Ramos, en una revista ofrecida en el teatro “Ideal” y allí había quedado la cosa. Luego la había cantado la gran Mercedes Simone, pero sin lograr popularizarla.
Fue por entonces cuando la radio La voz del Aire montó un espectáculo en el teatro “San Martín”; se presentaba una gran orquesta dirigida por Pedro Maffia con instrumentaciones de quien fue notable musicólogo, Juan Francisco Giacobbe. Era 1932. Algunos cantables estaban a cargo de Rosita Montemar, entre ellos la mencionada milonga. Allí la impuso la joven cancionista. Maffia no grabó esa pieza; sólo lo hizo con tres o cuatro de su cuñado Piana. De ellas, la memoria apenas alcanza al tango No aflojés (con Mariano Balcarce), a la milonga Juan Manuel(Félix Gutiérrez), al vals Sombras porteñas (con Martín Podestá).

La orquesta de Pedro Maffia y (destacada) Rosita Montemar.

La Simone grabó Milonga Sentimental el 4 de octubre de 1932; Ada Falcón, el 12 de diciembre de 1932, acompañada por Francisco Canaro; y Carlos Gardel, el 23 de enero de 1933. Poco, más tarde, Rosita Montemar cantó tangos en el teatro Colón, donde en 1931, Libertad Lamarque, una jovencita de 22 años, había entonado Caminito y La Cumparsita, cuando Marta de los Ríos le chantó la corona de Reina del Tango. En 1932, las damas de la Sociedad de Beneficencia organizaron un concurso en aquel teatro. Maffia recordaba que se habían presentado tres orquestas: la suya, la de Edgardo Donato y la de Francisco Lomuto. La suya obtuvo el primer premio con Ventarrón, y Donato, el segundo, con El huracán, y puntualizaba Maffia: “El tango no tenía letra, ya se llamaba Ventarrón. Después le hice poner letra, que escribió Staffolani, a quien la idea del asunto. Nosotros aparecíamos como fin de fiesta. Había otros números anteriores”. Esa fue la ocasión en que cantó Rosita.

Milonga Sentimental de Piana y Manzi. Como no hay registro de 
Rosita Montemar, por su contemporánea Mercedes Simone.

Luego se casó con un poderoso industrial y abandonó su carrera. Ni hablar de tangos, ni hablar de teatros. Se había iniciado la chiquilina en la compañía en la compañía de Angelina Pagano y no le había ido mal. José Gobello –uno de sus rescatadores del olvido- la había conocido en casa de Rosita Quiroga, donde una tarde de 1975, le confió muchos recuerdos que ahora son, parafraseando a Manzi, arena que la vida se llevó. Era lo único que le quedaba de su pasado artístico: ni un recorte de diario. Sigue Gobello: “Le propuse organizar un acto que fuera un poco un homenaje, pero, sobre todo, un pretexto para que contara sus experiencias de cancionista. La idea no le desagradó; sin embargo, poco después me telefoneó y me dijo: ‘Ves, eso de que hablamos no lo vamos a hacer. Le prometí a mi marido, cuando me casé, no volver al escenario. Después de haber enviudado, volver, aunque sea para contar cosas, me parecería una deslealtad’. No insistí. Días más tarde, en una librería de viejo, encontré la partitura del tango Chiche, que había sido una de sus creaciones. 

La partitura que exhumó Gobello en una librería de viejo.

En la portada lucía una foto de sus años de estrella. Yo la había apartado para regalársela. Habría sido para ella, quizá, el único recuerdo de su carrera de cancionista. No pudo ser. La muerte vino de pronto, sin anunciarse. En todo caso me quedará de recuerdo a mí, a mi mujer y a mi hijo; un recuerdo de esa dama tan fina, tan amable tan modesta y también tan memoriosa que despertó en nosotros un afecto muy hondo, que más que afecto era cariño".












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