Elsa Kristensen y Edgardo Kristensen dieron los detalles del secuestro, la desaparición y torturas de Carlos Kristensen.
De familia de origen dinamarqués, nació en Cipolletti, provincia de Río Negro. Siendo aún muy joven manifestó inclinaciones literarias. Profundamente identificado con la vida agreste y la cultura patagónica, incursionó en el periodismo y la poesía, predominando su interés por las cuestiones sociales y políticas.
Publicó varios libros, entre ellos, “Americano Sur”, “Con esta harina” y “Oficios patagónicos”. En su vida literaria usó el seudónimo “Pedro Sur”.
“En esta tierra antigua,
donde el viento y glaciales a lo largo de siglos fueron los hacedores de este hosco paisaje, de este largo lamento de tierras sin fronteras.
(pero con alambradas);
derivando en el viento y a lo largo de ríos, llegó una tarde el hombre, con todo el mono a cuestas y la historia delante. Una historia que estaba por hacerse, una historia que, (ahora lo sabemos) se hizo mal a sabiendas.
De esta historia tan larga,
una página sola,
basta para mostrarla [...].
Viento: un gigante que pasa harapiento de arenas, llevando en su regazo el grito malherido de esos tristes, pequeños, palotes de la vida que se mueren de frío [...].
El cielo: una nube de oro desgranada en la aurora y en los picos lejanos que madura el poniente. Y en la noche sureña un vaho limpia-estrellas y un rudo lustra-lunas, cual sí el aire quisiera avivar las lejanas fogatas estelares y calentar su vientre que rueda entre la nieve. Invierno:
la vida se arrebuja en la salobre entraña de la tierra
Y quedan frente al viento, espectrales figuras y manojos de espinas:
vegetales despojos temblando de silencio.
Llega el invierno: el terror de la noche que galopa en el aire
se lanza con sus blancas maletas congeladas a recoger sus muertos. Silba en algún recodo de la tarde, un hambre desaforada y temblorosa vestida de muchacho de lomo descubierto.
La meseta tirita en sus mansos guanacos, cuando la madre-noche, extiende suavemente su manto de blancas mariposas.
Y ese rugido duende que persigue corderos entumidos,
se viene silencioso hacía los valles, rumbo a la población y las majadas [...] La vida tiene un duro temblor de ventisquero, desflecado en el viento y en la ola dormida.
La franja sospechosa de acuciados zorrinos marca la hora del hambre en la blanca meseta, mientras mueren de frío en la oceánica costa
las gaviotas que tienen las pupilas gastadas. […]”
En los setenta, se sumó a los sectores combativos del peronismo. Fue profesor universitario y ocupó un cargo en Extensión Universitaria de la Universidad, en Neuquén.
Producido el golpe cívico-militar del 24 de marzo de 1976, fue detenido. Lo recluyeron en el penal de Rawson, lugar en el que sufrió torturas. Recuperó la libertad recién en marzo de 1979, cuando se le otorgó la opción de salir del país. Pasó entonces a residir en Copenhague, por ser Dinamarca el país de sus padres.
Allí soportó varios años de exilio. Se desempeñó como portero de una escuela, pero al revelarse su completa formación cultural, lo pasaron a profesor, aunque sin abandonar el cargo de maestranza. De esta época son sus “Salmos del exilio”. En Copenhague organiza su familia casándose con una danesa, pero su esposa fallece en 1981.
Restablecida la democracia en la Argentina, regresa en 1984 a Cipolletti donde continúa siendo “Pedro Sur” a través de poemas y artículos periodísticos. A partir de esa fecha, alterna su residencia entre la Argentina y Dinamarca. Encontrándose en este último país, fallece de un infarto el 19 de marzo de 1996. Sus amigos coinciden en concluir en que este desenlace fue consecuencia de las torturas recibidas.
“El inolvidable Pedro Sur –sostuvo el escritor neuquino Carlos ‘Tata’ Herrera- fue el poeta del canto a los oficios de estas tierras, el de los acaso más brillantes libretos pergeñados por estas latitudes para radio y televisión. “Pedro Sur” fue agricultor, autodidacta, publicista, poeta, escritor, historiador, militante, patagonista… Nos dejó cruzando una calle de Copenhague, un día que dijo hasta aquí llegué, su expandido corazón, acallando su compás de vikingo pecho”.