Vicente Madero, bacán y bailarín.
Vicente Madero Álzaga nació en Buenos Aires en la fecha que se indica y murió en la misma ciudad el 24 de mayo de 1946, “salvándose” de esta manera de no vivir ni por un solo día la Presidencia de Juan Domingo Perón. Hijo de Cayetana Álzaga, dueña de la Estancia La Fortuna, en San Vicente –provincia de Buenos Aires- y de Francisco Domingo Madero. Su abuelo, Francisco Bernabé Madero, fue uno de los caudillos del levantamiento terrateniente conocido como la Revolución de los Libres del Sur, fundador del pueblo de Maipú y vicepresidente de la República durante la primera presidencia del general Julio A. Roca (1880-1886).
Francisco Bernabé Madero, vicepresidente en la 1ª Presidencia de Roca y abuelo del bailarín tanguero Vicente.
Francisco Bernabé Madero, vicepresidente en la 1ª Presidencia de Roca y abuelo del bailarín tanguero Vicente.
Ha recordado la aristocrática escritora Victoria Ocampo: “Llegó la época en que todos los jueves, lloviera o tronara, entraba a casa, seguido por sus acompañantes, El Pibe de la Paternal, Osvaldo Fresedo. Se bailaba tango la tarde entera. Los campeones de estas memorables jornadas eran Ricardo Güiraldes (sin más celebridad que la que nosotros, sus amigos, sospechábamos que alcanzaría a tener) y Vicente Madero. Este último era un genio en la materia y no creo que nadie haya llegado a superarlo. Cuando caminaba el tango, todo su cuerpo, al parecer inmóvil, seguía elásticamente el ritmo, lo vivía, lo comunicaba a su compañera que, contagiada, obedecía a ese perfecto y acompasado andar. Poco importaba entonces que las palabras de aquellos tangos fueran dramáticamente sentimentales. Estaban redimidas por bailarines tan perfectos como Vicente y Ricardo”.
¿Cuándo ocurrían estas “intimidades” tangueras entre la high society? Sin dudas después de 1913, año en que la Sociedad Sportiva, presidida por Antonio De Marchi, organizó el célebre concurso del Palace Théâtre, del que Madero integró –junto a Daniel Videla Dorna y el músico Antonio Chimenti- el jurado presidido por Julián Aguirre. Y antes de 1920, cuando Madero era habitué de los cabarets parisinos, inclusive el “Princesse”, donde llevó a bailar a Manuel Pizarro y a cuyo propietario, Elio Volterra, convenció de que le cambiara el nombre “Princesse” por “El Garrón”. Gardel llegó por primera vez a París, por consejo de Pizarro, en 1928. Para entonces Madero, si no había aquietado ya sus “ansias constantes de cielos lejanos”, estaba por hacerlo, pues entre 1930 y 1946, año éste de su muerte, se desempeñó como prosecretario de la Cámara de Diputados de la Nación.
Concurso de baile en el Palais de Glace, organizado por el Barón Antonio de Marchi, yerno del general Julio Roca.
Vicente fue un jailaife total. Morocho, alto, esbelto, vestía trajes oscuros y corbatas negras. Fabricaba su propia gomina y luego de aplicársela se sujetaba el cabello con una toalla, o con una media, para ajustarlo a la cabeza. Era tan exquisito que mandaba lustrar la suela de sus botas porque –sostenía- al cruzar las piernas debían lucir brillantes. Este detalle lo contó, como característica de un ser “excepcional”, su hija, Malú Madero de Fernández Ocampo, gracias a la mediación con el periodismo de Puyeta Videla Dorna. ¿Cómo bailaba el tango su padre? Le preguntó José Gobello en 1979 a Malú. “No con firuletes –contestó-. Era un tango caminado. Recuerdo que me decía, cuando me enseñaba a bailar. Tenés que tranquear largo”. Puyeta acotó: “Tranquear largo y saber agarrar a la mujer. Pero era un tango elegante, fino, aristocrático”.
¿Aristocrático? Y… sí. Porque podría decirse que hubo una línea popular del baile del tango, representada principalmente por El Cachafaz, y una línea aristocrática, cuya expresión máxima fue Vicente Madero. Entre uno y otro, una pléyade de bailarines danzó sin solución de continuidad inclinándose hacia uno u otro sector social: Bernabé Simarra, Ricardo Güiraldes, Enrique Saborido, Juan Carlos Herrera, Francisco Ducasse, Elías Alippi, César Ratti, Gerardo Portalea, El Mocho, El Tarila, el Vasco Aín, Tito Lusiardo, Virulazo, Pepito Avellaneda, el Negro Lavandina, Juan Carlos Copes y otros. Entonces nos preguntamos en medio de todos estos “barriletes cósmicos”, ¿dónde ubicamos a Rodolfo Valentino, Marlon Brando y Al Pacino…? Ya sabemos en el grupo ¡cómicos!!! O como dice más benévolamente Gobello: caricaturas del tango.