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Channel: PROFESOR DANIEL ALBERTO CHIARENZA
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11 DE NOVIEMBRE DE 1970: JUSTICIALISTAS, RADICALES, SOCIALISTAS, DEMOPROGRESISTAS Y CONSERVADORES POPULARES FORMAN LA HORA DEL PUEBLO.

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Ricardo Balbín junto al delegado de Perón Daniel Paladino, en una reunión de la Hora del Pueblo.

Caído Onganía, lo sucede el agregado militar en la embajada argentina en Estados Unidos, Roberto Marcelo Levingston. Era una forma que el comandante en jefe del Ejército Alejandro Agustín Lanusse continuara en el poder efectivo sin estarlo efectivamente. Mientras el gobierno de facto cerraba la puerta a los políticos, las fuerzas más representativas se disponían a concluir en un acuerdo que lo sumiría en el aislamiento.
Desde tiempo atrás, Perón se venía refiriendo a la integración de toda la oposición al gobierno militar en un ancho espectro, del que el peronismo sería –por su propio peso- el eje central.
Los primeros contactos entre peronistas y radicales databan de 1968, cuando Jerónimo Remorino se desempeñaba como delegado de Perón. A la muerte de Remorino, ocupó su lugar Jorge Daniel Paladino quien –venciendo cierto escepticismo por parte de Perón- obtuvo del líder justicialista la venia para reiniciar las conversaciones. A través de Enrique Vanoli, Paladino se contactó con Balbín. Luego, el mismo Paladino fue portador de una extensa carta de Perón a Balbín, invitándolo a coincidir en los grandes objetivos nacionales, dejando de lado los agravios del pasado.
De allí, surgió una intensa correspondencia entre ambos, que preparó el terreno de lo que luego sería la “Hora del Pueblo”, nombre que recibiría el nucleamiento partidario a propuesta de Paladino, en alusión al libro de Perón “La Hora de los Pueblos”.
El 11 de noviembre de 1970, la coincidencia se materializó en una reunión celebrada por representantes del justicialismo, el radicalismo, el socialismo, la democracia progresista y el conservadurismo popular, que procedieron a la firma de un documento programático titulado “La Hora del Pueblo”.
El texto era amplio en la medida necesaria para contener la heterogeneidad de las fuerzas que lo suscribían. Pero se reclamaba una rápida salida institucional, sin proscripciones de ningún tipo, así como la adopción de una política económica de contenido nacional, que diera respuesta a las necesidades populares más inmediatas.
Pero lo más importante no era, en rigor, el contenido del texto, sino la coincidencia de fuerzas opositoras, que dejaba al gobierno militar en una creciente orfandad de apoyos sociales.
Perón, desde España, observa con agrado ese paso trascendente. “La situación argentina sigue de mal en peor: la dictadura militar no sólo no soluciona nada sino que complica cada día más su aleatoria posición” –escribe un dirigente-. Y continúa: “Así lo han entendido casi todas las fuerzas políticas que han formado un frente unido de oposición. Nuestro Movimiento, y espero que en adelante todas las organizaciones políticas, la combatan por todos los medios. Las organizaciones sindicales del peronismo hacen otro tanto en el campo gremial”.
Pero a Levingston no parecía inquietarle el aislamiento. A fines del mes de noviembre, pronunció en la provincia de Neuquén un discurso en el que –se esperaba- incluiría revelaciones políticas. No dijo nada diferente de lo que venía adelantando: la Revolución Argentina se tomaría el tiempo necesario para profundizar sus transformaciones en el campo económico y social, por lo que no existía plazo alguno para la futura salida electoral. Además manifestó su intención de tomar contacto con políticos de distintos sectores, pertenecientes a la “generación intermedia”, haciendo caso omiso de dirigentes nucleados en “La Hora del Pueblo”.
Parecía evidente que el presidente se proponía trabajar para la formación de un movimiento político que se constituyera en la “herencia” de la revolución, a partir de la captación de esas figuras intermedias. En el mes de enero de 1971, Levingston se reunió con hombres de la llamada “generación intermedia”.
Pero también logró un apoyo de mayor significación, a través de su entrevista con Oscar Alende, presidente de la UCRI, que no había integrado “La Hora del Pueblo”. Alende efectuó declaraciones que lo mostraron solidario con la orientación impresa a la economía a partir de la designación de Ferrer.

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